Álvaro Palacios es famoso por su creatividad y saber hacer, explorando las raíces del viñedo y buscando los nuevos horizontes a los que puede apuntar. Este vino es una extraordinaria representación de ese espíritu al que se suma su sobrino Ricardo Pérez Palacios. Ambos enólogos consiguen que este vino, procedente de cepas entre 40 y 90 años, llegue a nosotros con toda su complejidad. En nariz predominan los aromas de frutas rojas maduras, especias y tonos balsámicos con una madera muy bien integrada que deja recuerdos a vainilla. La boca no defrauda esa complejidad y nos presenta un vino amable y redondo donde se equilibra la acidez con la frutosidad. La permanencia es duradera, dejando un recuerdo muy grato de fruta y crianza.
Muy recomendable para disfrutarlo solo. También se puede acompañar de carnes rojas, pescados grasos o platos de cuchara de los de antes. Os recomendamos que lo probéis con nuestro MORTERUELO DE CUENCA (pincha en el enlace)
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